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Desconfianza y miedo

Hace diez días el Consejo Interterritorial de Salud decidía suspender por precaución la administración de la vacuna de Astra Zeneca a los menores de 60 años. Al día siguiente, aumentaba la edad hasta la franja de los 69 años. Ese mismo día una tercera parte de los convocados a vacunarse no acudió a la cita.

La gestión de la comunicación de la pandemia de la Covid19 y la posterior del período de vacunación, ha pasado del tsunami de datos, a la incredulidad, la desconfianza, y la confusión. El siguiente paso es el miedo. Y como el miedo es tan personal y subjetivo ya se ha perdido por parte de las administraciones y de las propias empresas farmacéuticas la batalla de la opinión.

Los anuncios pensados en clave publicitaria no ayudan porqué están fuera de la realidad de los ciudadanos de a pie y solo sirven para añadir más caos. Algún estratega debe pensar que dentro del caos es mejor seguir generando caos. La opinión pública ha (hemos) dibujado una película en el subconsciente que nos aleja de la realidad por culpa de los que se empeñan en escribir un guion confuso. Cada persona adapta a su marco mental los múltiples mensajes que le llegan de las autoridades nacionales, autonómicas, locales e incluso personales. No es lo mismo un enfermo crónico cardíaco, que un enfermo de alzheimer, o alguien que vaya padecido un cáncer o un ciudadano con la salud de hierro.

Según los datos disponibles del pasado sábado, el 20 por ciento de los ciudadanos de Andalucía y Baleares no acudieron a vacunarse. En Castilla La Mancha fueron el 15%, el 30% en Galicia y en Baleares de 8.000 citados no acudieron solo unos 40. Dos de cada diez ciudadanos dicen desconfiar de la vacuna de Astra Zeneca. Es decir, un 20%. En Catalunya según los datos oficiales, son el 10% los ciudadanos que hasta el pasado miércoles habían renunciado a la vacuna.

Si analizamos los comunicados de los diferentes organismos veremos que en algunos se citan unas franjas de edad, en otros son distintas. Solo hay un mensaje común en todos ellos: la necesidad de vacunarse para conseguir la inmunidad de rebaño más pronto que tarde. En ese mensaje insistió el Presidente del Gobierno en su comparecencia de la semana pasada, aunque luego su discurso y su calendario quedó hecho trizas por la falta de un mensaje único e inequívoco.

El gran error que se sigue repitiendo día tras día es que no hay una sola fuente, una sola voz o en todo caso un mensaje unánime. La voz de los expertos es lo que genera confianza y en este caso los políticos son los que están generando confusión con una excesiva exposición mediática.

También es cierto, qué a la confusión generada desde los estamentos oficiales, se añade el ímpetu informativo de determinados medios, especialmente televisivos por descubrir cada día a algún experto nuevo que nos ilustre con sus tesis. Solo hay que ver algunos minutos de la entrevista que Miguel Bosé ofreció a Jordi Évole, para comprender a que me refiero. Algunos se han creído aquello de la búsqueda de la verdad. Pero es normal. En cualquier crisis las voces de los expertos, los tertulianos, los apóstoles de la verdad, los testimonios de primera mano y las opiniones interesadas, se multiplican y entonces y en función de los medios que consuman los ciudadanos, se construye el relato. Y cada uno se construye el suyo por la falta de unanimidad en el mensaje.

Podemos sacar lecciones a lo que se está haciendo y a como se está haciendo, aunque no sé si se aprenderá demasiado.